El choque obligó a suspender otros tres servicios que iba a prestar ese
mismo Boeing 737 esta semana y hasta gatilló un pedido a la Justicia
para que frene todos los vuelos de la niña mimada del Ministerio de
Transporte, pero no abortó el plan que había pergeñado antes el
Gobierno: azuzar el conflicto sindical en la aerolínea de bandera para
ejecutar al calor de la batalla con los gremios el recorte
presupuestario que le prometió al Fondo Monetario. Una hoja de ruta
similar a la que se fijó para el Correo Argentino y para los trenes
metropolitanos, que junto con AySA explican la mayor parte del déficit
de las 33 empresas públicas que administra el Estado nacional.
Aunque
nadie se detuvo a analizar ese renglón, el "staff report" que difundió
con inusual demora el FMI el viernes pasado incluye en sus 125 páginas
una exigencia referida a las empresas públicas. Las transferencias del
Tesoro a esas compañías, precisa el texto, deberán reducirse en un 15%
nominal entre 2018 y 2019. Tamaño ajuste, con una inflación interanual
que el INDEC estimó esta semana en 29,5%, es impracticable sin una ola
de despidos parecida a la de la agencia estatal de noticias Télam. Según
la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), el Correo lleva
recibidos $759 millones en subsidios en los primeros cinco meses del
año. Las firmas ignotas que heredaron los trenes metropolitanos de las
fallidas gestiones privadas previas (Administradora de RRHH Ferroviario
S.E. y Sociedad Operadora Ferroviaria S.E.) insumieron mucho más:
$11.084 millones. De los $2.578 que demandó la SOFSE, 80% fue para
salarios. Para cumplir con el FMI, maquinistas y guardas deberían cobrar
la mitad en 2019. O muchos de ellos perder el empleo.
El caso de
Aerolíneas es especialmente complicado. Con el 65% de sus costos
dolarizados (combustible, leasing de aviones, repuestos, amortización de
deudas y tasas de uso de aeropuertos y de sobrevuelo), la devaluación
hizo trizas su ecuación económico-financiera. A principios de año
Dietrich fijó un tope para su subsidio de 90 millones de dólares ($1.800
millones de entonces), de lo cual fuentes de la compañía sostienen que
ya consumió cerca del 80%. Pero además, con el barril de petróleo un 43%
más caro (¡en dólares!) que el promedio de 2017, el gasto en
combustible se disparó. Sus ingresos propios tampoco ayudaron: aunque el
año arrancó bien, en el primer semestre transportó 7% menos pasajeros
de cabotaje y 2% menos internacionales que lo previsto en su
presupuesto. La ganancia por pasaje promedio fue inferior a la del
último ejercicio K. Los vuelos también despegan con más asientos vacíos:
de un factor de ocupación del 80% en la primera mitad de 2017 bajó al
78% en la primera mitad de 2018.
El presidente de Aerolíneas, Mario
DellAcqua, quien pasará en los próximos días al frente de ENARSA pero
mantendrá su cargo allí, se lanzó a un raíd de denuncia contra los
pilotos, a quienes acusó de violar el Código Aeronáutico por leer ese
mensaje desde sus cabinas. La idea fue de un editor retirado del diario
Clarín, recién incorporado a su staff directivo como vocero, quien
arrimó a la prensa oficialista el video donde se oye a un comandante
lanzar su proclama contra las low-cost, convenientemente editada para
que no se escucharan los aplausos con los que respondió el pasaje.
Ayer,
Dietrich volvió a sorprender con una movida que promete crispar los
nervios en el aire: reemplazó al jefe de la Empresa Argentina de
Navegación Aérea (EANA), que maneja las torres de control, por un
comandante de Austral, Gabriel Giannotti, asesor de DellAcqua y enemigo
del gremio de los pilotos. ¿Será verdad que, como suponen los gremios,
el Gobierno no quiere volver a pagar el costo político de anunciar
despidos masivos como en Télam, sin un conflicto gremial de magnitud que
le sirva para justificarlo ante la opinión pública y la Justicia?
Pan y rosas
La
consigna "todos somos Aerolíneas", acuñada en el 2000 por los
aeronáuticos cuando la SEPI española se disponía a liquidar la línea de
bandera, mantiene su vigencia en un país cuya población todavía se
muestra más partidaria de un Estado interventor que ninguna otra de
América latina. Pero no solo se trata de sentimientos: DellAcqua tardó
tanto en actualizar los precios en pesos de sus pasajes internacionales
durante la corrida cambiaria que una multitud de viajeros y agentes
turísticos compraron centenares de boletos a precio "viejo" y se
hicieron de dólares hasta un 20% subsidiados. ¿Cuántos maleteros habría
evitado despedir en los próximos meses si hubiera jugado con los mismos
reflejos que mostró en sus más de 30 años en Techint?
Son esas
ineficiencias las que en el Fondo no pueden entender. Como tampoco
aceptan que sigan bajando las retenciones a la exportación de granos en
plena crisis. El razonamiento que hacen en la calle 19 es inapelable:
los ingresos del fisco, en términos reales, están cayendo. Nicolás
Dujovne celebró ayer que, en el primer semestre, el gasto en pesos
creció 19,3% y la recaudación un 26,3%. Pero la inflación interanual del
29,5% supera ambas evoluciones. Y al Fondo no le alcanza con ver que el
déficit baja. Exige un horizonte de repago de los us$ 15.000 millones
del desembolso inicial antes de girar los 35.000 millones adicionales
que Macri, Dujovne y Caputo dieron por hechos, pero que el reporte del
viernes pasado reveló que solo se firmaron de modo "precautorio".
Por
la rebaja de las retenciones, el Fondo estima que el fisco sacrificó
como mínimo u$s 5.500 millones desde que asumió Macri. Pero la forma en
que las bajó el Gobierno, además, mostró su peor cara cuando el INDEC
dio cuenta de que solo durante junio la harina aumentó de precio un 25% y
el pan, un 10%. La quita inmediata de las retenciones al trigo y al
maíz generó una diferencia de rentabilidad inédita respecto de la soja.
Eso explica que, según datos del Ministerio de Agroindustria, la
superficie sembrada con trigo haya crecido un 41% y la de soja haya
caído durante dos años seguidos. Y que igual el pan se haya alejado de
la mesa de los argentinos.
El Gobierno tampoco se muestra muy
interesado en cobrarles impuestos a quienes los dejaron debiendo. Si
activara las más de 9.000 causas que tiene pendientes el Tribunal
Fiscal, por ejemplo, podría aspirar a recuperar unos $82.000 millones en
recaudación al tipo de cambio actual. Son tasas aduaneras que no pagó
algún importador, redeterminaciones de impuestos pendientes,
vencimientos y multas que evadieron empresas o particulares y otros
agujeros por los que se escurren los fondos públicos. Es el cuádruple de
lo que anunció con bombos y platillos que ahorrará recortando viáticos,
asesores y pasajes a los funcionarios. Claro que, para eso, debería
haber más técnicos y administrativos en el Tribunal y no menos.
Preguntas frecuentes
La
esperanza oficial está cifrada en repetir la secuencia de 2016 y 2017:
un año de caída después de la "normalización" y otro de recuperación,
coronado por un triunfo electoral. Pero el razonamiento hace abstracción
de que ya no es tan fácil echar culpas y de que esta crisis se sentirá
más, porque la devaluación fue mayor, las supertasas de interés que
frenan una suba mayor del dólar ahogan el consumo y el poder adquisitivo
ya viene golpeado. En 2016, además, el oficialismo tenía el crédito
internacional abierto y aún transitaba un romance con la mitad de la
sociedad y todo el establishment. Lo único que sigue intacto es la
dispersión opositora.
Anoche, en el aniversario de la Bolsa de
Comercio, el aplauso que coronó el discurso del Presidente en el viejo
recinto fue tibio. No había ni rastros del entusiasmo del año pasado. Y
no fue solo por los millones que perdieron los operadores con menos
reflejos a la hora de bajarse de la bicicleta financiera junto a los
grandes fondos globales. Faltaban mística y futuro. Como en la
conferencia de prensa de anteayer en Olivos, no había anuncios para
hacer ni horizontes que trazar.
El mundo de los negocios sabe que
la dialéctica de las crisis económica y política que atraviesa el
Gobierno adquirió un ritmo vertiginoso. La interna sin cuartel que
disparó el caso de los cientos de aportantes truchos a la campaña
bonaerense de Cambiemos recién empieza a mostrar sus consecuencias.
Cuando Christine Lagarde abandone el país, el lunes, quizá se precipiten
nuevos cambios de figuritas. Mientras tanto, Macri pidió tener la
fiesta en paz.