Frente a la posición monolítica del Mercosur se plantaron las naciones
del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), integrado
por México, Canadá y Estados Unidos, cuyo presidente George W. Bush
comandó la ofensiva para lograr que los 34 jefes de Estado americanos
firmaran el acta de creación del ALCA, el mercado único de Alaska a
Tierra del Fuego.
Kirchner presidió las dos sesiones en la que
los mandatarios americanos debatieron casi como en una asamblea
universitaria sobre la conveniencia o no de crear el ALCA. A tal nivel
de apasionamiento llegó el intercambio de los dignatarios el sábado 5,
que las pausas de reflexión y refrigerio previstas por el protocolo
quedaron de lado y el almuerzo para reponer energías ni siquiera fue
servido.
En un momento de la discusión, uno de los jefes de
Estado aliados de Bush hizo mención explícita a la posibilidad de votar
para volcar a favor la posición de los que querían el ALCA. Entonces,
Kirchner respondió desde la presidencia de la asamblea que estaba
"asombrado por el planteo. No es cuestión de votos, sino de consenso. No
creo que quieran enemistarse con el 75 por ciento del Producto Bruto
Interno (PBI) de América del Sur", dijo.
Allí terminó el embate
final en pos del ALCA, luego de un año y medio pleno de negociaciones y
presiones. Kirchner desarmó el último intento de creación del mercado
libre, que llegaba bajo la amenaza de ganar la asamblea por la vía de la
votación.
Si el gobierno argentino pudo sostener la posición
contra el ALCA fue por la convicción de Kirchner, el apoyo irrestricto
del Brasil de Lula, el del Uruguay de Vázquez, el del Paraguay de
Nicanor Duarte y el respaldo sonoro de Hugo Chávez, que encabezó el acto
de repudio al proyecto y a Bush en el estadio Mundialista de Mar del
Plata, el viernes al mediodía.
La novedad histórica en noviembre
de 2005 fue la unidad de pensamiento entre Kirchner y Lula, que era
decir entre la Argentina y el Brasil, naciones que hasta no hace muchos
años habían sido rivales en un conflicto del que sólo se beneficiaban
las naciones desarrolladas del Norte.
La Argentina y el Brasil
son dos países con grandes ventajas económicas en el agro, que esta vez
se unieron para negociar con el Norte las condiciones para que aquella
región del planeta bajara los subsidios al campo y de esta manera
compensar el pedido de eliminación de los aranceles industriales en el
Sur.
En la negociación, Estados Unidos jamás accedió a bajar los
subsidios al campo norteamericano, razón por la cual el Mercosur tampoco
aceptó reducir los aranceles a las manufacturas. La línea que guió los
pasos de los negociadores argentinos ante los norteamericanos fue: "si
abrimos la frontera a los productos industriales y ustedes no hacen lo
mismo con el campo en el Norte, nos quedamos sin nada".
El jefe
de la Casa Blanca se retiró de Mar del Plata sin haber podido lograr la
creación del ALCA y tampoco consiguió que el documento de la IV Cumbre
dejara abierta la posibilidad de que se constituyera en la siguiente
asamblea, que tuvo lugar en Trinidad y Tobago, en 2009, donde la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner reafirmó la posición y el
nuevo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama no volvió a pedir
por el ALCA.
La enseñanza que dejó en la región el rechazo a la
creación del ALCA facilitó la constitución de la Unión Suramericana del
Sur (Unasur), la entidad política que defendió la estabilidad
democrática de Ecuador y el respeto a la voluntad de los pueblos, además
de negociar la solución pacífica al conflicto entre Venezuela y
Colombia.
Mar del Plata sirvió también para que los países de la
región comprendieran que los problemas de ésta área del mundo podía
solucionar los diferendos sin recurrir a la intervención de líderes de
otros continentes.
En febrero de 2005 la Argentina salió de la
cesación de pagos de la deuda externa con el cierre exitoso del primer
canje de bonos, en octubre Cristina ganó las elecciones como senadora
nacional por la provincia de Buenos Aires, en noviembre rechazó el ALCA y
en diciembre Néstor decidió cancelar la deuda con el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el organismo que imponía las recetas económicas de
la doctrina liberal que llevaron al país a la peor crisis de la
historia.
Sin estas decisiones, muy poco o nada de lo que se
avanzó en la reindustrialización, en la creación de trabajo, en la
distribución de la riqueza y en la solidaridad social hubiera sido
posible.